domingo, 5 de octubre de 2014

EL HIPOPÓTAMO DE MARY KINGSLEY


Mi trabajo de investigación sobre los dos niños ingleses del siglo XIX sigue avanzando. El ritmo es lento, tan lento que desesperaría a cualquier conejo blanco con reloj. Las lagunas son inmensas, insondables. Mi tendencia a la dispersión me está llevando a plantar un bosque de ramificaciones de donde aún no sé cómo saldré. Pido ayuda al reverendo Dodgson y sólo me contesta con juegos de palabras y besos en la frente. Que alguien le explique que no ya tengo cinco años, por favor. 

Todos los caminos de las últimas dos semanas conducen a Islington. ¿Cómo no me voy a dispersar? Islington me recuerda sin poder evitarlo el Neverwhere de Neil Gaiman. Extraordinaria novela prohibida en algunos lugares del planeta por contenido inmoral. Ay, Neil y sus ángeles oscuros. 

Por otra parte, Islington es el lugar de nacimiento de una de mis mujeres del XIX favoritas, Mary Kingsley, la reina de África, sobrina de Charles Kingsley de quien ya hemos hablado alguna vez. Mary viajó por África estudiando a las tribus, escandalizando a la iglesia anglicana, escalando montañas, navegando en canoa, atravesando selvas ... vestida con la misma ropa victoriana que habría llevado para tomar el té en Islington. Y con un paraguas. Un paraguas antihipopótamos. 

Mary navegaba en canoa por un río de África Occidental el día que se encontró cara a cara con un hipopótamo. El hipopótamo intentó tumbar la barca y Mary, asustada, cogió el paraguas y acarició al animal detrás de las orejas. El hipopótamo quedó tan sorprendido con esta nueva sensación que se fue sin tocar la barca. ¡Incluso los hipopótamos necesitan una caricia de vez en cuando! 

La mayor parte de mi tiempo tengo la cabeza en el siglo XIX, queridos lectores. Necesito encontrar un documento de vital importancia sobre mis dos niños victorianos. Todas las pistas me llevan al mismo lugar. Me cuesta tanto volver al siglo XXI cuando estoy tan cerca de desatascar el misterio...